lunes, 28 de febrero de 2011

La discomóvil, orígenes y aplicaciones

Me toca los cojones estar en mi casa con las ventanas cerradas herméticamente y, viviendo en un cuarto piso, oír la ''música'' atronadora que algún descerebrado lleva a todo trapo en su coche.
Me toca los cojones, y me plantea una duda. Dado que yo considero que todo tiene un motivo, un objetivo, una intención, una finalidad más o menos clara o una causa, me pregunto ¿Por qué? ¿Por qué ese paleto ha instalado la misma cantidad de bafles que encontrarías en un estadio de fútbol y por qué tiene que estar siempre comprobando cuánto resisten funcionando al máximo? Y me digo, a ver, piensa :
Puede que su objetivo sea que a sus acompañantes y colegas, también paletos de vocación, les quede claro que en ese coche no habla nadie si él no quiere, y que de ahí no sale un tímpano entero si a él no le pasa por su arco del triunfo. Si es así, objetivo conseguido.
O lo mismo su intención es que todos los seres vivos que hay a 200 metros a la redonda le miremos mal, con asco y odio, deseando mentalmente que le revienten los cristales de todas las lunas y le vayan a parar a los ojos como diminutas cuchillas, a ver si así, por ceguera súbita, se empotra contra un muro, el estéreo de marras le queda tan hecho mierda como el chasis y se acaba el martirio. Si lo que quiere conseguir es eso, yo le diría: ''tranquilo machote, que ¡ya lo tienes!''
Pero si lo que pretende es que en ese coche, convertido ya en batidora-thermomix con esa vibración de noventa mil vatios de potencia, se le monten los huevos a punto de nieve para ir sentado sobre su propio merengue, entiendo que el muchacho siga intentándolo con tanto tesón dando por culo día si día también, porque él aún no sabe que de sus huevos puede salir lo mismo que de su cerebro: nada.

domingo, 27 de febrero de 2011

El precio justo

La R.A.E define el ''valor'' como el ''Alcance de la significación o importancia de una cosa, acción, palabra o frase'', pero no dice nada sobre cómo esa significación varía en función de ''la cosa valorada'' y de las circunstancias en que se haga.
El valor de las cosas aumenta cuanto más escasea la susodicha. Lo que vendría a ser la ley de la oferta y la demanda, vaya. Cuanto menos hay de algo, más valor tiene para las personas. Eso pasa, por ejemplo, con la comida en algunos países. Como hay poca, cuando sí que hay es un festival y tiene un valor incalculable. Tanto, que la idea que mañana puede que no haya, estresa a quienes lo sufren y les lleva a empacharse el día que sí tienen, para que el hambre de mañana parezca menos. Lógico que pase esto, con un bien de primera necesidad como es la comida.
Lo que me sorprende es que pase lo mismo ahora con, por ejemplo, las parejas o los trabajos. Nada como que algo parezca difícil de conseguir para, primero, darle un valor desproporcionado y, segundo, volverse loco y vivir la experiencia con miedo a que se acabe. Así, pasa lo que pasa: que cuando uno tiene un conato de relación, se vuelve imbécil y sufre como un loco por miedo a que se acabe. Malvive los momentos en que ''uiiiiii, ha tardado 4 horas en contestarme el mensaje... esto se está enfriando''; se vuelve irracional y se angustia primero y se cabrea después porque ''hace dos semanas estábamos bien pero desde el sábado que no se... ya empezamos con las rarezas!'' ; o desarrolla un sentido de la deducción paranoica insólito: ''!lo tengo comprobado! es entrar en Facebook y se desconecta del chat cuando me ve!'' y cosas por el estilo que, me juego medio huevo, que más de uno ha sufrido alguna vez.

Con los trabajos pasa algo parecido. Cuando tienes un curro, primero: parece que te lo hayan regalado por tus andares graciosos y segundo: pide perdón, da gracias y consérvalo porque has tenido suerte y te tiene que durar.
''Pues he hablado con Tal y se ve que le ha salido un trabajo que es un chollo'' ¿Le ''ha salido''? ¿Si? De dónde, me pregunto, yo. ¿Le ha salido de sus cojones? ¿Le ha salido de un callejón oscuro?¿Le ha salido como un golondrino? No, perdona, ha conseguido un trabajo. Porque de ''salir'' a ''conseguir'' va un trecho, que marca la diferencia entre algo que pasa por azar y algo que es la constatación de que cuando uno hace las cosas bien o vale tanto, tiene una recompensa.
¿Qué pasa? Que como no estamos acostumbrados a creernos merecedores de las cosas y como tu no intervienes en nada y te cae todo por la gracia de San Pancracio, todo parece una suerte... y cuidaaaaaaaaaaao, porque, además, tal como vino se puede ir! Que ya es el colmo del estrés. Con lo cual, más que haber conseguido un trabajo interesante o haber conocido a alguien que te gusta, como ahora escasean, parece que hayas encontrado el billete dorado de Willy Wonka. Algo excepcional, por el arte de la chamba y que hay que agarrar como si no hubiera mañana. Aunque lo asfixies o te ahogues tu de tanto apretar.

Todo esto me lleva a pensar que el valor es un concepto totalmente vacío que se le da a las cosas que no estamos acostumbrados a tener. En algunos países es comida, en nuestro entorno (o en el mío) en que no nos planteamos si mañana pasaremos hambre porque es inconcebible, los objetos de deseo son un trabajo y/o una pareja. Y ya está, ya tenemos las pepitas de oro que buscar febriles, como si aquello fuese lo mejor que te puede pasar en la vida. Cuando en realidad trabajar es sólo eso, una estafa y una actividad que hay hacer para pagar(se) cosas, y una pareja es, en resumen, una persona que te gusta, te aporta cosas y te hace sentir bien. Para ponerle más adornos y más drama, ya están Malú, el cine y las madres coraje de telecinco.
¿Y si diéramos a las cosas la cantidad de valor exacta, sin desmedidas? ¿Y si viviésemos dando por hecho que aún hay stock de ambas cosas y que, además, nos merecemos tenerlas? ¿Por qué no calcular el valor de una manera equilibrada, en lugar de crear tantas burbujas inmobiliarias, tecnológicas y de todo tipo? ¿Cambiaríamos así la ley del mercado y bajarían las acciones de estos dos artículos, dando así un respiro a los que no los tienen? Yo creo firmemente que sí.

sábado, 26 de febrero de 2011

Pocoyó, maestro zen

Desayuno con la tele, como los niños, con dibujos animados y cosas de este estilo para ir despertando con calma y sin cabreos (que es lo que me pasa si veo las noticias tan temprano, que me joden el día). Hoy me he levantado con el cuerpo flamenco y he arriesgado mi calma interior haciendo zapping. Todo iba más o menos bien, hasta que he topado con un corte de un programa, de estos malos y sin contenido (ya, no ayuda mucho esta descripción, con tantos como hay), en el que una presentadora hacía una pregunta a un Kevin-Jésus-pasaneng. Uno de esos chavales con look estilo Guti, gestos rarunos propios de un retraso mental incipiente de tanto tripi consumido, y piercings blancos por toda la cara (¿los granos de pus en la cara también molan? ¿o lo de tener cosas blancas asomando por el bigote y la barbilla solo mola si son voluntarias y tienen rosca por dentro?)...resumiendo, que el Yéremy en cuestión era la representación humana  en la Tierra del ''decálogo del buen garrulo''.
La pregunta que le hacía la presentadora era del estilo ¿Quién pintó Las Meninas?, que de tan facilona resulta hasta inquietante, porque sabes perfectamente que, semejante calamar, no va a saber la respuesta. Y efectivamente: no sólo no tenia ni idea de lo que le estaban hablando, cosa trágica en sí misma, sino que, para mi desespero y vergüenza ajena, se ha quedado la mar de contento con su incultura, el muy imbécil. Qué gran papel has hecho, machote...
¿Qué rara mutación genética es la responsable de que, desde hace un tiempo en este país, la gente se sienta orgullosa de elegir ser un auténtico ignorante de mierda? Yo aún recuerdo cuando ''no saber'' era algo que a uno le daba entre vergüenza y coraje, y le empujaba a seguir aprendiendo y mejorando para, entonces sí, sentir orgullo de sí mismo.

Bienaventurada la programación infantil, porque gracias a ella mi bilis no se altera...

viernes, 25 de febrero de 2011

Veo tu pedo y subo

Nunca entenderé esa repugnante manía que tienen algunos tíos de tirarse pedos en tu presencia y luego, sin excepción y con una precisión casi matemática, reírse y sentirse orgullosos de su graaaan gesta, más propia de un cerderas unicelular que de una persona con educación. No hace puta gracia. Y es algo que se viene consintiendo desde hace años. Es una acto de falta de respeto que, basándose en el machismo, la ignorancia o la estupidez, se ha ido consintiendo y aplaudiendo en algunas familias, hasta llegar al punto de confundir ''lo que te consienten y aplauden tu madre y tu padre'' con ''lo que no se te pase por la cabeza que voy a aguantarte''. Porque tal y como yo lo veo, y buscando un gesto paralelo, eso me da a mi licencia para dejarle, con todo mi cariño y una gran sonrisa, un tampax usado en la almohada para que sea lo primero que vea y huela solo despertar...no? Ah no, claro... eso es una guarrada.. ¡Nos ha jodido!

Por la mirilla del vestuario

Ahora que tengo tiempo, voy al gimnasio por la mañana. Y en el vestuario, mientras me cambio, se da ese mágico momento antropológico de 'mirarse unos a otros'. Y es ahí donde me doy cuenta, sobretodo a esas horas, de que:
1- no estoy tan mal
2- hay que ver qué forma de cuerpo tan rara, de gorrión-congrio (según metabolismos), se nos pone al envejecer
y 3 y más curioso: que asco que nos da a todos tocar cualquier cosa cuando estamos en pelotas. Y no me refiero solo al suelo, ¿eh? Eso ya, en sí mismo, da para una conversación entera con la de gestos grotescos que se llegan a hacer para que ni un centímetro de tu pie toque el suelo, como si fuese de lava o algo así. Pero es que, es estar en bolas, y nos da una grima irracional todo, que hace que, por ejemplo, estemos medio de puntillas durante todo el proceso de secado y vestido, o cojamos la puerta de la taquilla con dos deditos en plan fino. O tu propia bolsa, que también la coges con gesto aristocrático de repente como si al salir del gimnasio te fueses a tu caserón en New Hampshire. Lo mismo pasa con el bote de crema, que te untas de repente el bodymilk como la Presley, o el momento calcetines, que te los pones así, casi sin apoyarte en ningún sitio y poniendo luego el pie ya vestido, como lo haría Indiana Jones en el Templo maldito, acojonado por si la rachola se le viene abajo y se abre una precipicio que acaba, como mínimo, en el centro de la Tierra. ¿Por qué será que nos volvemos tan absurdamente escrupulosos cuando estamos en bolingas? Y ojo, que aquí no tiene nada que ver lo limpio que esté el sitio en cuestión. Es mas bien una cuestión de asco irracional, y es un fenómeno generalizado. 

A esas horas a las que voy últimamente, que tengo más tiempo, hay mucha gente mayor que, imagino, tiene tanto tiempo como yo. Y mientras me cambio en el vestuario, las veo ahí, poniéndose la ropa con esfuerzo, camiseta parriba faja pabajo. Son como rocas calcáreas intentando doblar el espinazo agachándose así medio de lado, y resoplando para hacer esfuerzo titánico de atarse las bambas que, de tanto que les cuesta, se puede oír hasta el rechinar de las vértebras. Y viendo esa escena, pienso: ¿Qué deporte vendrá a hacer esta señora hoy? Y fantaseo: ¿te imaginas que de repente esa señora prehistórica, saliera del vestuario corriendo como una vaquilla en San Fermines para ir a coger una bici en primera fila en la clase spinning, y se pusiera a pedalear a lo loco como lo harían los Bicivoladores?
Lo pienso y me río sola.

jueves, 24 de febrero de 2011

Tres horas tres collejas

Ayer empecé de nuevo las clases de alemán. Aprovechando que empezaba un cuatrimestre, volví a apuntarme, con la esperanza de que en mi nueva clase hubiese, por lo menos, un par de personas interesantes y con quien echarme unas risas. De momento, la cosa no pinta demasiado bien.¿Que me precipito? igual... ¿Que juzgo muy rápido? a lo mejor...!¿Pero quien ha dicho que para coger manía a alguien haga falta tiempo?¿!

Hay un tío, que tal y como abre la boca, dan ganas de acribillarlo a palos.(Nota mental para el próximo día: llevar a clase algún objeto contundente para completar esta misión). Es absolutamente insoportable, gritón, mueve los brazos como si tuviese aspas en lugar de húmeros, se sienta en clase como si su silla fuese una hamaca de playa con reposanucas incluido y, cuando habla, que es contínuamente y ya venga al caso o no, lo hace con un acento desquiciante de esos que te obligan a girarte dando un golpe de cervicales y mirarlo mal (es italiano y hace una mezcla rarísima entre el español y el alemán). Para completar el inventario de cosas que detesto de las personas y que él parece coleccionar, tiene la irritante costumbre de leer TODO en voz alta, cuando de lo que trata el ejercicio es de leer en silencio y luego comentar el texto de marras. Es lo que se conoce como  ''el p**** notas''. Estoy segura que nunca en su vida imaginó que podía caerle tan sumamente mal a alguien en tan sólo 3 horas, que es el tiempo que hace que lo conozco. En eso si es bueno, el cabrón.

Luego hay un hombre de edad imposible de calibrar, que tiene un nivel más alto que el resto, si, pero un acento de esos que al oirlo te sangran los oídos. Sería el prototipo del  ''duro de mollera para algunas cosas''.  Así como hay gente que, de manera pedante, pronuncia cualquier palabra inglesa de uso común como si fuese  nacido y criado en Massatchussets o familiar de Carrascal, los hay que hacen justo lo opuesto y, cuando hay que pronunciar como la lengua en cuestión requiere, lo hacen como si acabesen de aparcar el rebaño de cabras en la puerta del aula a golpe de bastón y del conocido 'yeeeeeejeeeeeee'. Que no hay manera, vamos.

Y yo me pregunto: si estás aprendiendo un idioma con una profesora nativa, digo yo que ¿habrá que intentar también aprenderse la pronunciación, no? ¿Por qué esa manía de leer y pronunciar el otro idioma como si fuera el propio? A estos negados del habla, ¿les falta algúna pieza en oido interno que les impide percibir la mieeeerda de acento que tienen y lo distinto que suena del de la profesora? ¿Es que la gente aún no sabe que ponerle a una lengua extranjera ese teatrillo que es la pronunciación es lo que hace que parezca que sabes? Mira Doña Cocreta sinó... o el de los Morancos, que decir, no dice nada.. pero tiene un acento que parece empadronado en Brighton el tío.

Ya como último, hay una señora con bigote y de edad indeterminada, poco agraciada y con rasgos antiguos, que viste con ropa de los 90 (de cuando Brenda y Brandon, ya sabes) y que también hace méritos para ganarse la famosa colleja que rifan siempre los padres. Ella seria ''la comentarista'', semptierna presencia de cualquier clase, muy a mi pesar. ¿Sabes esa gente que cuando dicen 'leed el texto' se dedica a hacer comentarios intrascendentes en voz alta y sin dirigirse a nadie en concreto? Solo por el placer de orise la voz, digo yo, o para que el resto sepamos que está ahí, que sigue viva y respirando..imagino que lo hará por alguna de estas razones... Y yo me pregunto: ¿Es que no tiene frenillo cerebral, y tal y como le viene algo a la cabeza lo casca? ¿Por qué no puede leer 'pa dentro como todos? (Nota mental para el próximo día: traer un objeto contundente, poner al notas y a la comentarista bien juntos y dar un solo golpe, que lo mismo se hacen más daño con el rebote de sus propias cabezas y así, de paso, me ahorran un esfuerzo).



Y esto solo con dos días de clase...