jueves, 30 de junio de 2011

Cutrerismo ilustrado

Viendo la tele el otro día, y a raíz del sidral de los pepinos, Alemania y su virus, alguien comentaba que, al margen de lo infundado de las acusaciones alemanas, España sigue cargando con ''el mito español de la chapuza''. La tertuliana que apostillaba esto venía a decir que, pese a que los stándares de control de calidad que tenemos actualmente en general (y en el ámbito de la alimentación en particular), superan a los de muchos países, seguimos cargando con el San Benito de ''chapuzas'', que es lo que se ha venido siendo durante mucho tiempo. Esto ha sido una verdad vigente durante años y, aunque moleste, sigue pasando en algunos sectores y se ha convertido en una tradición tan castiza y tan arraigada como gritar para cualquier cosa (estés donde estés, hables con quien hables, molestes a quien molestes), desconfiar de cualquier persona (''lleva de baja un mes.. uuuuh, seguro que hace cuento'') o esconder las cosas de valor debajo de la toalla cuando te vas a bañar en la playa (nuestro secreto de seguridad nacional mejor guardado, seh). Se podría pensar que aquí una critica por criticar pero no, porque de ser así, a ninguno le sonaría aquello de las ''ventanas que no cierran bien porque no acaban de hacer el click'', o esas ''paredes que hacen que sea imposible tener las cortinas rectas o los cuadros alineados porque claro, por mucho que lo pongas bien, es la pared misma, que hace comba''.
La chapuza española es algo de lo que uno se percata, sobretodo, cuando se busca piso, porque es ahí donde uno encuentra las más valiosas joyas de la ingeniería made in paletas (o paletos, según se mire). Recopilando ejemplos reales vividos o contados, se han visto cosas como: un piso con una taza de váter en pleno pasillo (y no, el piso no medía 900m a lo largo como para no poder apretar el esfínter desde una punta de la casa a la otra); un armario de cocina que, de tan estrecho que había quedado, no cabía ni mi mano (imagino que el ingenierísimo que lo diseñó, lo pensó para que fuera el armario de los palillos o de las cucharitas de café). Un mueble hecho ''a medida'' con una ''medida'' tan bien cogida que había más de tres dedos de silicona marrón entre el mueble en sí y la pared (''... es que hace comba, sabe usté, y por más que se cojan las medidas...'') Claro, lo que yo decía.

La picaresa española es otro clásico igual de lamentable, o más, que el anterior pero de la que aún se hace bandera (decir esto en el 2011 es, como poco, alarmante). La picaresca funciona de la siguiente manera: para ser un buen español, listo y avispado, tienes que tener morro (N del T:mala educación o impertinencia) y tienes que intentar timar al otro (disfrazándolo de lo que, erróneamente, se ha venido llamando ingenio). Esto se traduce en actividades como: colarse gratis en los sitios haciéndose el listo; saltarse una cola por la cara con alguna maniobra trilera; o llevarse el máximo de cosas de cualquier sitio (sin pagar claro) por inútiles que sean. Porque ese es, precisamente, uno de los pilares en los que se basa la picaresca española 3G: que nunca se hace por necesidad. El motivo de ser así de cutres es simplemente porque sí, o ¿por qué no? o para demostrar que son los otros los gilipollas y yo el más listo y gracioso de todos. De ahí que este tipo de actitudes reclamen su público y tengan que ser contadas como grandes proezas épicas estilo ''había una cola de tres pares de cojones, pero el Richi empezó a tocar palmas en plan flamenco como si fuera alguien y, a lo tonto, nos colamos por la cara...'' o ''me llevé doscientas servilletas de lija de aquel restaurante y los gilipollas ni se dieron cuenta''. De orgullo bien, ¿eh?
Los ejemplos más flagrantes de picaresca en tu puta cara los he visto, también, en el ámbito de los pisos. Si los de la tele fueran listos, verían que son el escenario perfecto para poner cámaras ocultas, porque sólo con las caras de estupefacción, asco e indignación de los que vamos a visitar algunas cuevas, llenarían programas enteros. Algunas perlas de las que tengo noticia, a modo pincelada: un piso que te intentan alquilar sabiendo y confesándote con naturalidad que ''la cocina no funciona, pero hay un hornillo de momento y el resto ya lo vendremos a mirar''; un piso con un alquiler de 800€ al mes que, de tan oscuro, te enseñan con linterna (¡lin-ter-na señores!) a las dos del mediodía y sin pensar siquiera una excusa para justificar el uso del frontal de minero a pleno día; o ese famoso trozo de rellano de escalera, que unos -------- (sustituyan ustedes mismos los guioncitos por el insulto que más les apetezca) de no recuerdo donde, tuvieron el cuajo de poner el alquiler con anuncio y todo, que si cuela, cuela, tu... ¡Tus huevos ahí!


Que sí, que en todos los sitios cuecen habas y cada país tiene sus perlas. Que vale, que da rabia seguir llevando permanentemente la etiqueta de cutres cuando no es así siempre ni en todos los sectores. Pero estas cosas siguen pasando (no hay mas que ver los anuncios de pisos y la guasa de los propietarios al describirlos). Y hasta que no deje de hacernos gracia ser así de cutres e indignos, habrá etiquetas que seguiremos llevando por más que rasquen y molesten. Con tanto legado cultural que tenemos, y con las tradiciones tan históricas con las que contamos (incluido este empeño, histórico ya, de hacer el ridículo permanentemente en Eurovisión), tiene pelotas que aún sigamos arrastrando y riéndonos de cutreríos y actitudes tan typical spanish como éstas.