lunes, 25 de julio de 2016

La silla vacía que sobra

Pensaba que solo me pasaba a mi, que era cosa mía y de mi entorno. Tenía ya asumido que el problema era yo, que no era lo suficientemente simpática o interesante. Pero una charla con una amiga y un amigo recientemente separado (un año) me han hecho ver que no, que lo que pasa es que funciona así.¡Y que le pasa a más gente! Y después de indagar y de preguntar, me he dado de bruces con un hecho que da bastante asco: que las personas sin pareja tenemos un status tremendamente inferior al de los casados y, por eso, se nos trata distinto.Y siempre de menos.

Son convenciones sociales, por lo visto. De mierda, pero convenciones, al fin y al cabo.

A mi siempre me ha extrañado que la mayoría de mis amigas y amigos no tuviesen jamás la inquietud ni el interés de presentarme a sus parejas de una manera un poco más profunda, más de tú a tú. Más de verdad. Los encuentros con ellos o con ellas no han pasado, por lo general, de un hola-adiós o de una conversación comodín en un momento de tránsito, generalmente ese del "te presento a XX, que me viene a buscar porque nos vamos a alguna parte". Y ya. Después de esto, nada más. Durante mucho tiempo pensé que el hecho de que mis amigos/as siguieran quedando conmigo únicamente en formato tête à tête sin integrar nunca a su pareja tenía que ver o bien con un problema que yo tenía, o bien con su necesidad de estar a solas y tener su intimidad. Ya se sabe, la novedad, las ganas esas locas de estar con esa persona, la necesidad imperiosa de exclusividad, etc. Pero a medida que pasa el tiempo, y ves que esas parejas duran, y ves que tu relación con el otro o la otra sigue en aquel hola y adiós, y ves que no es que no queden con más gente es que no quedan contigo porque con otras parejas sí lo hacen, te das cuenta de que no es nada de eso. Es que hay reglas, y son estas: 
 
- Cuando tienes pareja, solo integrarás a tus amigos/as si estos y estas también tienen. Así, las cenas o lo que sea serán siempre a cuatro bandas, jamás a tres, no vaya a ser que no sepamos qué hacer con la silla vacía que sobra.

- Cuando quedes con tus colegas, será a solas, para hablar de "vuestras cosas y poneros al día" y ya está. ¿Añadir al novio o novia para que conozca poco a poco a tu amiga, se caigan bien y tengan algo que decirse? No, las personas solteras no tenemos ese derecho, y las separadas y las viudas lo pierden.


- Una pareja solo tendrá contacto con una persona soltera si hay más parejas o más solteros en la sala, es decir, si hay más gente. Dos más uno, jamás. Revueltos o en grupo sí, ahí parece que no incomodamos tanto.


- En el caso extraño en el que una pareja tenga un amigo o amiga soltero/a y se relacione con él o ella con regularidad, lo hará siempre con paternalismo y desde la “adopción”, como si a la persona soltera le afectase algún tipo de discapacidad y, por ello, necesitase de su asesoramiento para dejar de ser uno y subir, cuanto antes, al status que te da ser dos.


Durante años he aceptado con resignación y bastante tristeza mi papel de “amiga de oídas”, aquella a quien la pareja del otro o de la otra solo conoce de eso, de oídas y según lo que le cuentan de mi. Y tenía asumido también que el problema era mío, que era yo que no era lo suficientemente interesante para el/la recién llegado/a. Pero resulta que no, que a mi amigo el separado le pasa algo así y los otros casados ya no le tienen en cuenta como antes, y no porque tengan una relación más cercana con su exmujer, sino porque ya no tiene a quien traer y es mejor quedar a solas. Y esto mismo que me pasa a mi, le sucede también a otra amiga, también soltera, que apenas conoce a dos parejas de dos amigos distintos, chica y chico, y hace ya un par de años buenos que están en el equipo.Y me comentan también el caso de una señora que, cuando murió su marido, además de viuda quedó aislada, apartada, porque los demás matrimonios ya no contaban con ella. Y así me voy enterando de la existencia de otros (más otras que otros) a quienes les pasa lo mismo, y así es como a medida que me cuentan yo me doy cuenta.

Lo más curioso de todo (o igual no lo es tanto y és lógica pura) es que esta convención rancia y clasista no aplica con las parejas gay. Conocí a X, señora esposa de mi amiga Y, un día que no recuerdo en la entrada del teatro. Nos presentó, vimos la obra y fuimos a tomar algo. Luego otro día volvimos a coincidir cuando la vino a buscar al trabajo. Otra vez, la vi en su casa, a la que fui de visita para conocer al bebé que habían tenido. Y otro día, como nos habíamos caído bien todas las veces anteriores, me invitaron a ir a ver una expo con ellas y su bebé.Y así, poco a poco, hemos construido una normalidad que nos permite hablar con cotidianidad, echarnos unas risas y tener algo que contarnos cuando nos vemos. Y no se repliega el universo sobre sí mismo, ni nadie está incómodo. Porque no falta nadie. Porque no pasa nada. Porque no es raro.

Después de hablarlo durante varios días y de pensarlo mucho, no he sido capaz de encontrarle una explicación a esta mierda de convención, alienante, injusta y sostenida solo por el paso del tiempo y la ausencia de empatía. Lo único que he descubierto y tengo claro es que yo no voy a molar más por estar con alguien, y si no soy suficiente ahora para conocer a tu pareja no lo seré de repente por el hecho de dormir con un mismo señor de forma continuada. También sé, y he comprobado empíricamente, que tres personas pueden mantener una conversación, entenderse y ¡ojo revelación! incluso caerse bien, siendo dos de ellas pareja. Y que igual me he vuelto loca y lo que estoy diciendo es puro desvarío, pero no me deja de parecer tremendamente triste que el criterio de selección para poder tener relación con la pareja de tus colegas sea así de arbitrario. 

Será que a mi los impares no me asustan y las sillas vacías no me parecen tan importantes.