miércoles, 17 de agosto de 2011

La playa de la marmota

Estos últimos días he estado en un pueblito de la costa al que voy anualmente como ritual veraniego, haciendo lo que se conoce como Ni el huevo y que consiste en levantarse, bajar a la playa, comer en el chiringuito, volverse a la toalla, ducharse, irse de cañas y así hasta el día siguiente, en que se repite la misma operación. Placer absoluto.
Entiendo que haya gente a quien le parezca una condena, y no por el ritmo slow life, sino por la maratón de playa que incluye el plan. Que si la playa es aburrida, que calor pega por dios, que si a mi el sol me cansa, yo si no juego a algo me muero, que si que bochorno que hace en la toalla, que como podéis aguantar tantas horas, que si menudo aburrimiento estar ahí tumbado sin hacer nada, etc. Si, vale, es cierto, pero en la playa pasa una cosa que a mi me pirra: se detiene el tiempo.
Tu vas a la playa hoy, 17 de agosto de 2011, y puedes ver exactamente las mismas escenas que hace 25 años, a excepción de las avionetas que tiraban pelotas Nivea al agua y que debieron prohibir de tanta gente que debió ahogarse o matarse por pillar una. Salvo por este detalle, ir a la playa es como revivir el día de la marmota: misma gente, mismas costumbres, mismas conversaciones.
Empezando por esto último he descubierto que es molecularmente imposible innovar los temas de conversación a mantener, por lo que vaticino que seguiremos oyendo, década tras década, las mismas frases estilo ''como salpiques nos volvemos para casa'', ''estás tirando arena a la gente y me voy a enfadar'', ''deja de enterrar a tu hermana que la vas a matar'', o conversaciones del tipo : ''¿me puedo bañar ya? No, quédate aquí quieto en la toalla un rato, anda. ¿Cuánto rato? Pues hora y media bien bien. ¿¡Hora y mediaaaaa?¡ Joh mamaaaaaaaa'', o ''¿Cuándo os volvéis? Nosotros nos quedamos hasta el 20. Ah, no, nosotros volvemos ya el domingo, ay hija que rápido se acaba lo bueno, ay pues si, tú'' y un largo etcétera. Colega... ¿de verdad no hay nada más que decir o no hay otra manera? Pues por lo visto no, oiga.

Lo mismo pasa con las personas, que son siempre las mismas razas que se repiten. Cerca de la orilla se encuentran los cuerpos sandungueros, esos que te llevan a plantearte: ¿seré yo también portadora de ese retorcido gen que hizo que a ese/a señor/a se le pusiera el pecho palomo y dos minas de boli bic en vez de piernas? Porque vamos, mucho tendría que mutar yo para adoptar esa forma... pero coño, hay tantos que piensas: ¿será cosa de la evolución y este es el futuro de todos? Generalmente a estos cuerpos se les reconoce por ser de color marrón leño, tener un exceso de piel que los convierte en personas plisadas, ir ataviados con bañadores a los que podría hacerse la prueba del carbono14 y por llevar como complemento un gorro ridículo. Gorro de goma con flores en 3D para ellas, gorra tipo beisbol marca BitterKas o de alguna Cooperativa para ellos, gorro tipo pesca de trucha, arrugado, gris-beige-azul y hecho mierda como modelo unisex.
También siguen viniendo las familias que deciden mudarse a la playa, para lo que tienen que llevarse sus cuatro sombrillas, sus tres neveras, la corxoneta, los gritos, Jonahatan ventepaquíquetepongalacrema, el iglú del Decathlon (incorporación reciente) la radio, lah palah, tuperwares con comida de sentarse a la mesa, toallas para trescientos y algún carrito de niño. Y me pregunto: ¿por qué si llevan comida preparada y sabiendo de la existencia del papel albal, siguen preparando el bocadillo EN la playa y no ANTES de? Es decir: ¿por qué abrir ahí en la arena, con ese calor de Dios y las manos pegás, los paquetes de choped y de mortadela en lugar de hacerlo en una cocina, que es donde toca? Después de la tortilla de patatas, la de calabacines con cebolla, los boquerones en vinagre, el gazpacho frejquito, la carne rebozada y los pimientos, te daba mucho palo ponerte a hacer un bocadillito de nada, ¿no? Claro, mucho mejor llevarte todo el percal a la playa y que el Jonathan escoja si lo quiere de jamóndeyork o de Nocilla... porque, al loro, que generalmente pueden incluso elegir sabor. Que curiosa es la gente.

Habita la playa también esa típica pareja sesentona que apenas se habla, ella ajamonada y el amojamado, sentadicos en sus tumbonas, esas con respaldo altísimo y el culo pequeño que literalmente ''te tumban'' y una vez sentado no hay cojones de levantarse con dignidad. Estas parejas me hacen especial gracia porque podrían ser, perfectamente, espías encubiertos del KGB o alienígenas haciendo un estudio de campo sobre la raza humana. Tienen visión panorámica (porque están tan incorporados con esas tumbonas-trono que lo ven todo), apenas se hablan, nunca toman el sol porque siempre, indefectiblemente, llevan una sombrilla (que compraron en el 74 y que está nueva, total para lo poco que la sacamos), jamás se bañan y se van con la misma parsimonia y discreción silenciosa con la que han venido. ¿A que visto así mi teoría de los alienígenas no parece tan imbécil?
Por años que pasen, también podrán ustedes encontrar al niño decibelios, que en lugar de dos cuerdas vocales tiene una y gorda, el cabrón, y a quien se puede oír berrear de excitación desde el agua estés donde estés. Lo de los niños es curioso. Es curioso en general, pero en la playa hay una cosa que me confunde aún más: ¿por qué los mamones se pueden estar doscientas horas bañándose, gritando, tirándose a lo loco y salpicando sin problema, y cuando los llevan a la ducha montan esos pollos? Si en la orilla están tiritando igualmente, ¿qué extraño poder tiene el agua de la ducha, que no está mucho más fría que la del mar, para que les de ese rile irracional? Si es agua, atontao, el mismo elemento en el que llevas gritando como un cochinillo todo el día. Entiendo que no mola nada que te meneen la braga del bañador para quitarte los tres quintales de arena que llevas pegados al culo (que rabia daba, cierto) pero vamos, ese pánico súbito al agua limpia de la ducha a mi no me cuadra.

Una cosa que me deja atónita de verdad y que, por años que pasen, siempre se repite es la escena ''tápame con la toalla que me pongo el bañador aquí mismo en un momento''. Y esto lo hacen no sólo los que se quitan el húmedo, sino también los que se lo ponen al llegar. Vamos a ver: ¿de verdad que no puedes aguantar el bañador mojado 5 putos minutos más, que es justo lo que tardas o bien hasta el coche o bien hasta el lavabo? ¿es necesario que te lo quites aquí montando este circo y con esa toalla enrollada que te hará enseñar la hucha la pongas como la pongas? Y aunque te la aguanten: ¿que no ves que cuando echas el culo pa'trás para meter la pierna por la pernera de los gallumbos, la toalla cede y a la Manoli que la sostiene se le puede escapar? El supuesto dos tampoco se entiende: señor/a, ¿acaso no sabía usted que venía a la playa y por eso va con bragas debajo de ese pareo? ¿es que su familia le ha dado una sorpresa, llevándola engañada a pasar el día, y usted no ha sospechado nada de nada cuando veía que agarraban sombrillas y neveras o qué? Y si lo sabía: ¿qué más le dará llevar el bañador ya puesto desde su casa, si con todo lo que se han traído va a pasar usted en la arena lo menos seis horas buenas? Es que no me lo explico. Digo yo que les encanta este ratito de ''ai tápame bien Antonio que no me vean el culo'' y ya, sin la adrenalina del momento, bajarse a la playa no sería lo mismo. Lo mismo de siempre con los mismos de siempre.
Digo yo que será por eso que reponen cada año Verano Azul. Total, si lo vienes a mirar, no ha cambiado nada y sigue siendo actual.

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