miércoles, 31 de agosto de 2011

Cuanta gente rara

¡Ay que nervios, madre mía! Empieza ya la temporada de fascículos y coleccionables y no sé yo si me va a dar tiempo a hacer sitio en casa para meter los Dedales del mundo, los Abanicos de diseñador, los Relojes de coleccionista (de oro y plata, sí), los DVD de El pájaro espino, las Monedas históricas, las Pipas de colección y demás mierdas que no pueden faltar nunca en cualquier bloque de anuncios de finales de agosto para adelante. ¿Cómo es posible que no se les sequen nunca las ideas a estos visionarios del mercado? Qué valor. Y qué recuerdos...

Hace años trabajé de teleoperadora en una plataforma donde, después de pasar por varias campañas de telefonía, de lentillas, pinturas, encuestas y otras perlas gloriosas, llegué a RBA, la joya de la plataforma y el departamento más marciano y descojonante en que podía uno acabar. Qué grandes tardes habíamos pasado ahí, ay si...
Mi trabajo consistía en atender llamadas de personas que querían suscribirse a algún coleccionable (cosa que ya implica un nivel de rareza personal considerable), dar información sobre las distintas colecciones que se ofertaban (que nunca vimos ni tuvimos físicamente en la oficina) y derivar llamadas de usuarios que querían efectuar algún cambio, queja o reclamación. El departamento de Reclamaciones se encontraba justo en el pasillo que quedaba delante mío y se encargaba de gestionar (aún no sé cómo) todas aquellas llamadas tan... singulares que yo, gracias a Dios, no podía resolver. Al entorno bizarro de por sí que era RBA y sus colecciones hay que sumarle el magnetismo insólito que tenía servidora (y que aún conservo) para atraer las llamadas de los seres más raros, perturbadores e inquietantes del mundo, y que me llevó a mantener conversaciones del tipo:

- RBA buenas tardes, le atiende Jackie, en qué puedo ayudarle.
- ¿Nena? ¿Nena es a mí? (había llamado ella, pero lo mismo atendía una multiconferencia y por eso no   tenía claro que éramos interlocutoras la una de la otra)
- Sí señora, dígame, en qué puedo ayudarla.
- Mira, a ver, que es que resulta que me he apuntado a la colección esta de las muñecas del mundo, ¿sabes? Estas de países que vienen con su trajecito y todo, sabes ¿no? Total, que me ha llegado la muñeca de este mes, que toca Rusia, y acabo de ver que la mía es calva por debajo del gorrito.
- Perdón, ¿cómo dice?
- ¿Ves? ¿¡A que es raro!? ¡Pues si nena, sí, calva, como lo oyes! No tiene nada de nada, pero solo debajo del gorro ¿eh? Que por el resto de la cabeza sí le sale, pero claro tengo que tenerla siempre con el gorro puesto porque si no ya me dirás tú lo fea que se va a ver, y claro, no me parece bien.
- Aha (ojiplática), de acuerdo, pues espere un momento que le paso con el departamento correspondiente  (cuyos miembros se van a orinar encima tal y como les acabe de contar su problema) a ver si la pueden ayudar.
- Ay si, a ver si me dan otra con pelo, oyes. Gracias nena.

Dos kleenex y unos cuantos lagrimones de risa más tarde algún compañero de reclamaciones atendía la llamada con paciencia infinita, mientras mi jefa me miraba entre asustada por lo irracional de mis diálogos y apenada por lo que me tocaba aguantar siempre a mí.
Esa colección de las muñecas de marras resultó ser un exitazo tal que tuvo incluso lista de espera para suscribirse pero, por lo visto, a parte de faltarles pelo, algunas muñecas venían sin bragas, cosa que causó más de una llamada de indignación y más de un descojone comunitario. De surrealismo íbamos bien, sí.

Además de coleccionables, RBA también editaba revistas de distintos tipos entre las que figuraba Playboy. Normalmente jamás se recibían llamadas preguntando por esa revista porque se comentaba que, por lo general, los clientes eran personas muy discretas que incluso se suscribían por internet para evitar el apuro. Apuro: término que no conocía el descerebrado que llamó (y que obviamente me tocó a mí) para decirnos que hiciéramos el favor de decirle al cartero que metiese bien para adentro la Playboy en el buzón porque siempre la dejaba medio fuera y un vecino, que él sabía quien era pero que no tenía pruebas, se la robaba cada mes y estaba hasta los mismísimos de pagar la revista para no disfrutarla. (breve silencio) (ojiplatismo) (…) (otro silencio). Bien, caballero... pues a ver déjeme ver un momento a ver si lo tengo por aquí... Aha, aquí está, mire, tome nota del nombre de la empleada de correos que reparte en su distrito y la llama usted mismo. ¿Tiene usted boli?¿Si? Bien, apunte su nombre, sí mire: Paca Garse. ¡Que está llamando usted a RBA, por amor de Dios! ¿Se cree que tenemos el poder de Greyskull y controlamos toda la ruta de reparto, carteros, telefonillos y buzones incluídos? ¿Acaso cree que tengo delante una pantalla de radar en la que me aparecen los carteros y carteras de España que llevan una Playboy en la bolsa lista para ser entregada? Soy teleoperadora, cebollo, no controladora aérea. Póngase un buzón más grande o use usted su imaginación para hacerse pajas, y ya verá cuánta pasta se ahorra entre suscripciones y llamadas al 902.

Para acabar de adornar este árbol de frikis, también recibíamos consultas-disparate: esas que nos hacían algunos usuarios que imaginaban que teníamos memorizada toda la información que salía en todos los fascículos y los números de todas las revistas que vendíamos y, por eso, llamaban para preguntarnos estupideces. El hit que recuerdo con más claridad, porque hizo que mi jefa tuviese que apretar las piernas para no mearse, fue el de la señora que llamó (¿y que tocó a quien? a mí) porque en una peluquería había encontrado un ejemplar de la revista Integral o Cuerpo y Mente (no estaba segura) donde leyó un artículo sobre el mejor día del ciclo lunar para cortarse las pestañas y que crecieran más fuertes, que a ver si se lo podía mirar para decirle yo (¡yo!) cuando le tocaba... Hubiese sido más práctico que, con el dinero que le iba a costar la llamada, se hubiese comprado un rotulador permanente y se hubiese pintado rayas en los párpados, sinceramente. Con el tiempo a veces me he preguntado: si le hubiese dicho ''¡¡es ahora, es ahora, córtese las pestañas,rápido!! ¿me habría hecho caso? Fue tal mi estupor ante lo estrafalario de la pregunta que no tuve suficientes reflejos para ver el filón que tenía delante... Otra más rápida y más hijaputa, se aprovecha y la deja pelona. Lástima.

Recuerdo que ese año también hubo una colección llamada ''Guerreros y caballeros'', coleccionada por nerds y re-frikis (con ese título, qué quieres...) que en el 90% de los casos llamaban para plantearnos una gran duda:

- RBA buenas tardes, le atiende Jackie, en qué puedo ayudarle.
- ¿Hola? Si mira, es que he visto que habéis sacado la colección esta nueva de Guerreros y Caballeros, ¿no?
- Sí, efectivamente.
- Vale, mira, te cuento, es que yo ya me hice la de Carros de Combate I, Carros de Combate II, Armaduras Históricas, Soldados de la I Guerra Mundial, Grandes Guerreros de la Historia y Batallas del mundo, y me gustaría hacerme esta también pero depende de cuántas piezas tenga no se si me cabe...
- Pues mire, tiene concretamente 47 piezas de momento, pero estoy segura que si tira usted un par de tabiques, quema el sofá y la cama y aprende a dormir de pie en alguna esquinita de su casa, podrá meter a los putos guerreros y caballeros que, a juzgar por su nivel de obsesión serán la única compañía que tendrá en su miserable vida porque ningún ser humano querrá vivir con usted nunca. Gracias por llamar a RBA y haga el favor de buscar ayuda. 

¿Dónde van algunos acumulando tanta mierda en casa? ¿Como no va a haber Síndrome de Diógenes con tanto afán por coleccionar mandúrrias que tiene la gente? Señores de Altaya, Salvat, Planeta de Agostini RBA y demás: ¿para cuándo la colección ''Fabrica tu propio contenedor'' o ''Cubos de basura útiles'' para que metas todos tus cacharritos y hagas sitio en casa? Se iban a forrar.

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