martes, 5 de abril de 2011

Justicia masculina


Quienes me conocen saben que soy una defensora acérrima de la mujer y sus derechos y que detesto las cosas que se supone que, por ser mujer, se da por hecho que una sabe y debe hacer. Pero hoy he descubierto que hay un asunto en el que a las mujeres se nos respeta mucho más que a los hombres: el pelo.
Si, ya, a tías tenemos que sufrir la tortura vietnamita de la depilación y da mucha rabia esta presión de estar siempre perfectas, pero ¿qué pasa cuando una mujer se queda calva o tiene poco pelo y decide ponerse una peluca? Pues que al cruzársela por la calle uno se dice ''ai pobreta que poco pelo debe tener'' o uno piensa ''qué melenón, madre!'' en función de si la peluca la lleva la señora Charo de la pesca salada o Beyoncé. ¿Pero qué pasa si un hombre se queda calvo y se pone peluquín? Pues que es la guasa de España. Y esto es así, tan injusto como cierto.
Ahora venía por la calle y he visto un señor con bisoñé, horroroso además, de color moqueta y con una forma rarísima que le quedaba como si llevase un librito abierto encima de la cabeza. Y claro, igual que para mí, ha sido motivo de miradas y medias sonrisas para el resto de peatones que nos lo hemos cruzado.
Llevar un peluquín siendo tío, es motivo de chistes y descojones varios. ¿Por qué? Porque los fabrican para eso, para que se vean a doscientos metros y los peatones tengamos entretenimiento durante todo ese rato. Si no, no entiendo cómo puede ser que, en los tiempos que corren y con los avances tecnológicos que se han desarrollado (señores, ¡hemos enviado un hombre a la luna por favor!), se sigan haciendo tan mal, de colores tan mosqueantes y con esas formas tan singulares que delatan la calvidie del señor que, encima, ha pagado no se cuantos euros por esos flecos chusqueros que no cumplen su función: disimular su ''problema''.
Señores diseñadores de peluquines: júntense con los de Azucarera Española y hagan el favor de invertir en I+D, que ya está bien con las chapuzas de unos y otros.
Entre los que se levantan con el aire de esa manera tan sospechosa, como de la mitad hacia fuera (coño, si hay pegamento para las encías y los piños postizos, ¿por qué no habrá uno potente que resista la brisa?), los que quedan tiesos por detrás que hacen que su propietario parezca el siguiente en la lista Gabi Fofito Miliki y Milikito, y los que tienen esa forma de Biblia sucia abierta justo por el medio, no hay señor que se libre del escarnio. Es una injusticia, me van a perdonar. Pero se mea uno de la risa, eso también es verdad.
Quedarse calvo, tanto para hombres como para mujeres, no es fácil de llevar. Con los años se ha llegado a una solución consensuada que, a ojos de los demás, permite a los señores conservar la dignidad: raparse. Ahora bien, como uno elija otra opción que no sea ésta, como por ejemplo dejarse largo el pelo que sí nace para luego repartirlo por el cráneo a modo ensaimada-cortinilla tipo Anasagasti: malo, porque la gente lo mira con asco y vergüenza ajena. Y si uno elige ponerse un apaño de pelo Toys'R'us, convencido de que es mejor eso que nada, agárrate con los comentarios: que si mira qué pesebre lleva ese, que si sólo falta ponerle la mula y los tres reyes; que si tela con el felpudo que lleva el amigo, que se ha olvidado de grabarle un Bienvenidos; que si llama a los de la protectora, Puri, que ese señor ha matado a su gato para taparse la calva, etc. Esto por no hablar de los codazos, risas, miradas y carcajadas amortiguadas que acompañan al señor a la que sale a la calle, sobretodo cuando uno ve claramente que el color del bisoñé no encaja nada con el del resto del pelo. ¿No hay catálogo de pantones para eso? ¿A qué se debe esa obsesión de los fabricantes de hacerlos todos de color gris marengo jaspeado? Porque yo siempre los veo de ese color, gris indefinido y de textura pajiza. Otra duda ¿no le echan suavizante pantene ahí? ¿no hay mascarillas para madejas? O ¿no hay otras fibras para hacer que el bisoñé no parezca un borruño hecho con cualquier cosa que hemos encontrado por ahí? Pónganle un poquito más de empeño y de cariño, por amor de Dios...

Viendo el percal que hay en producción de falsas pelambreras, se entiende que llegue el día en que un señor, harto de sudar intrapelo, cansado de pegarse la plasta peluda cada día y aburrido de ser la risa de la calle, decida salir del armario (o meter el bicho dentro, mejor dicho) y lucir su calva. Claro que sí, ¡liberación! Lo que más gracia me hace y más atónita me deja, es el aire de misterio desvelado y de sorpresa que le dan al acto de ''soltarse el pelo'', como si fuese unsecreto que debajo de esa lana enmarañada había cartón. ¿Qué se pensaba, señor, que las risas que oía por la calle y los codazos eran por su parecido con algún guaperas? ¿Acaso usted no vio nunca lo realmente rrrrrrrrrrrrrrraro que estaba coronado con una cobaya y lo increíblemente evidente que era aquello? ¿Es que con el bisoñé venían también las gotas para los ojos que le impedían ver lo que el resto de personas veíamos a doscientos metros? Hombre por favor...
En cualquier caso, sea más digno o no el uso de bisoñé, los hombres también tienen derecho a llevar complementos horripilantes sin tanto choteo...Será que es mucho más estético ver a señoras con los labios rellenos, arrugados y perfilados de marrón, a modo restos de colacao... buej!

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