sábado, 26 de febrero de 2011

Pocoyó, maestro zen

Desayuno con la tele, como los niños, con dibujos animados y cosas de este estilo para ir despertando con calma y sin cabreos (que es lo que me pasa si veo las noticias tan temprano, que me joden el día). Hoy me he levantado con el cuerpo flamenco y he arriesgado mi calma interior haciendo zapping. Todo iba más o menos bien, hasta que he topado con un corte de un programa, de estos malos y sin contenido (ya, no ayuda mucho esta descripción, con tantos como hay), en el que una presentadora hacía una pregunta a un Kevin-Jésus-pasaneng. Uno de esos chavales con look estilo Guti, gestos rarunos propios de un retraso mental incipiente de tanto tripi consumido, y piercings blancos por toda la cara (¿los granos de pus en la cara también molan? ¿o lo de tener cosas blancas asomando por el bigote y la barbilla solo mola si son voluntarias y tienen rosca por dentro?)...resumiendo, que el Yéremy en cuestión era la representación humana  en la Tierra del ''decálogo del buen garrulo''.
La pregunta que le hacía la presentadora era del estilo ¿Quién pintó Las Meninas?, que de tan facilona resulta hasta inquietante, porque sabes perfectamente que, semejante calamar, no va a saber la respuesta. Y efectivamente: no sólo no tenia ni idea de lo que le estaban hablando, cosa trágica en sí misma, sino que, para mi desespero y vergüenza ajena, se ha quedado la mar de contento con su incultura, el muy imbécil. Qué gran papel has hecho, machote...
¿Qué rara mutación genética es la responsable de que, desde hace un tiempo en este país, la gente se sienta orgullosa de elegir ser un auténtico ignorante de mierda? Yo aún recuerdo cuando ''no saber'' era algo que a uno le daba entre vergüenza y coraje, y le empujaba a seguir aprendiendo y mejorando para, entonces sí, sentir orgullo de sí mismo.

Bienaventurada la programación infantil, porque gracias a ella mi bilis no se altera...

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