viernes, 25 de febrero de 2011

Por la mirilla del vestuario

Ahora que tengo tiempo, voy al gimnasio por la mañana. Y en el vestuario, mientras me cambio, se da ese mágico momento antropológico de 'mirarse unos a otros'. Y es ahí donde me doy cuenta, sobretodo a esas horas, de que:
1- no estoy tan mal
2- hay que ver qué forma de cuerpo tan rara, de gorrión-congrio (según metabolismos), se nos pone al envejecer
y 3 y más curioso: que asco que nos da a todos tocar cualquier cosa cuando estamos en pelotas. Y no me refiero solo al suelo, ¿eh? Eso ya, en sí mismo, da para una conversación entera con la de gestos grotescos que se llegan a hacer para que ni un centímetro de tu pie toque el suelo, como si fuese de lava o algo así. Pero es que, es estar en bolas, y nos da una grima irracional todo, que hace que, por ejemplo, estemos medio de puntillas durante todo el proceso de secado y vestido, o cojamos la puerta de la taquilla con dos deditos en plan fino. O tu propia bolsa, que también la coges con gesto aristocrático de repente como si al salir del gimnasio te fueses a tu caserón en New Hampshire. Lo mismo pasa con el bote de crema, que te untas de repente el bodymilk como la Presley, o el momento calcetines, que te los pones así, casi sin apoyarte en ningún sitio y poniendo luego el pie ya vestido, como lo haría Indiana Jones en el Templo maldito, acojonado por si la rachola se le viene abajo y se abre una precipicio que acaba, como mínimo, en el centro de la Tierra. ¿Por qué será que nos volvemos tan absurdamente escrupulosos cuando estamos en bolingas? Y ojo, que aquí no tiene nada que ver lo limpio que esté el sitio en cuestión. Es mas bien una cuestión de asco irracional, y es un fenómeno generalizado. 

A esas horas a las que voy últimamente, que tengo más tiempo, hay mucha gente mayor que, imagino, tiene tanto tiempo como yo. Y mientras me cambio en el vestuario, las veo ahí, poniéndose la ropa con esfuerzo, camiseta parriba faja pabajo. Son como rocas calcáreas intentando doblar el espinazo agachándose así medio de lado, y resoplando para hacer esfuerzo titánico de atarse las bambas que, de tanto que les cuesta, se puede oír hasta el rechinar de las vértebras. Y viendo esa escena, pienso: ¿Qué deporte vendrá a hacer esta señora hoy? Y fantaseo: ¿te imaginas que de repente esa señora prehistórica, saliera del vestuario corriendo como una vaquilla en San Fermines para ir a coger una bici en primera fila en la clase spinning, y se pusiera a pedalear a lo loco como lo harían los Bicivoladores?
Lo pienso y me río sola.

No hay comentarios:

Publicar un comentario