lunes, 28 de febrero de 2011

La discomóvil, orígenes y aplicaciones

Me toca los cojones estar en mi casa con las ventanas cerradas herméticamente y, viviendo en un cuarto piso, oír la ''música'' atronadora que algún descerebrado lleva a todo trapo en su coche.
Me toca los cojones, y me plantea una duda. Dado que yo considero que todo tiene un motivo, un objetivo, una intención, una finalidad más o menos clara o una causa, me pregunto ¿Por qué? ¿Por qué ese paleto ha instalado la misma cantidad de bafles que encontrarías en un estadio de fútbol y por qué tiene que estar siempre comprobando cuánto resisten funcionando al máximo? Y me digo, a ver, piensa :
Puede que su objetivo sea que a sus acompañantes y colegas, también paletos de vocación, les quede claro que en ese coche no habla nadie si él no quiere, y que de ahí no sale un tímpano entero si a él no le pasa por su arco del triunfo. Si es así, objetivo conseguido.
O lo mismo su intención es que todos los seres vivos que hay a 200 metros a la redonda le miremos mal, con asco y odio, deseando mentalmente que le revienten los cristales de todas las lunas y le vayan a parar a los ojos como diminutas cuchillas, a ver si así, por ceguera súbita, se empotra contra un muro, el estéreo de marras le queda tan hecho mierda como el chasis y se acaba el martirio. Si lo que quiere conseguir es eso, yo le diría: ''tranquilo machote, que ¡ya lo tienes!''
Pero si lo que pretende es que en ese coche, convertido ya en batidora-thermomix con esa vibración de noventa mil vatios de potencia, se le monten los huevos a punto de nieve para ir sentado sobre su propio merengue, entiendo que el muchacho siga intentándolo con tanto tesón dando por culo día si día también, porque él aún no sabe que de sus huevos puede salir lo mismo que de su cerebro: nada.

1 comentario: