lunes, 14 de marzo de 2011

Cuarto cuarta

Vuelvo a casa dando un paseo por mi barrio, medio empanada la otra tarde, cuando me encuentro por sorpresa la estampa clásica y aún en vigor de cualquier edificio: la reunión de vecinos, exponente máximo del aburrimiento colectivo. La escalera de la que hablo era ya en sí, oscura, dándole a la escena un aire lúgubre extra que, si lo sumas a las caras avinagradas de los concurrentes, te ponía la nuca como a los gatos. ¡Iissssh!

Las reuniones de vecinos son una de las grandes emboscadas que se puede encontrar uno al volver del curro. Porque, pese a que te mandan una carta informándote de la convocatoria, uno no se acuerda nunca de que hay reunión. Entonces pasa que vuelves de trabajar, generalmente después de un día regulero y, al llegar a casa, te dicen: ¡no te cambies que hay reunión de vecinos! (el otro generalmente se ha buscado la coartada del chandal/pijama y las zapatillas, que son dos de las prendas de ropa que más cuesta quitarse en el mundo una vez puestas, ya sea por la mañana para ir a trabajar o por la noche cuando te llaman para salir). El caso es que al de la emboscada lo han pillado a traición y, con el peso del mundo sobre sus hombros, se vuelve para abajo, taciturno y con tantas ganas de reunirse frente a los buzones como de volver a currar mañana.
Y ahí se encuentra uno el akelarre vecinal que, como el 98% de comunidades, tiene los siguientes elementos en común:
- Formación en círculo. No he visto yo reunión de vecinos, con otra forma de colocarse que no sea a modo sardana. Una formación en escuadrón o en fila india no tendría mucho sentido, vale, pero ¿no hay más formas cómodas para hablar en grupo? Modo aula, por ejemplo, no sería una mala idea. Pues no, porque para eso haría falta que alguien incorporase un elemento siempre ausente:¡ las sillas!. Con lo que duran algunas reuniones, lo a disgusto que vamos todos y la mala hora de cansancio extremo en que se hacen, no entiendo como a nadie se le ocurre bajarse una sillita. Igual así mejoraría un poco la escena, que entre las malas caras, el popupurri de estilismos y lo lúgubre del tema, aquello parece una partida de El Cluedo.
-Señor con papeles: generalmente es el administrador de la finca. ¿Alguien ha visto alguno guapo? Yo, jamás. Generalmente está tan aburrido y cansado como el resto de componentes del cónclave. Se le reconoce por llevar traje gris-ocre, papeles con el orden del día de las cosas aburridas a tratar, y por estar tan cansado o más que tú de oír al Benito del entresuelo que protesta por lo caro que sale limpiar las uralitas. No se le conoce más vida que esa.
-Los estilismos. Realmente, solo hay una cosa que nos motiva de verdad a la hora de asistir a un claustro vecinal: verle las zapatillas al otro. ¡Aha! Dime qué calzas y te diré como tienes la casa (la gran incógnita que todos queríamos resolver). Esa es tu oportunidad. Porque frente al pudor de algunos de bajar en chandal-pijama, está la huevera que tienen otros de bajar con lo que llevan puesto o, en su defecto, un apaño peor: el cóctel ropamierdadestarporcasa+ algo decente de calle + zapatillas. Y es gracias a estas personas que se atreven a lucir estos combinados, que las conversaciones sobre derramas (ue!) bajantes (oe!) cierren la puerta al salir (oe!) y telefonillo nuevo (ue!) se pasan un poco mejor.

A estas alturas de la vida, y sabiendo que la mayoría tenemos los mismos problemas con los vecinos, yo propongo que en lugar de todo ese temario soporífero y que encima cuesta una pasta, el orden del día repase los puntos que SI importan y que, seguro, cuestan menos pasta al año:
- ¿En qué piso vive el niño llorón mamón que relincha de rabia y  a quien ni siquera sus propios padres atienden porque no soportan? Indíquese nombre apellidos piso y puerta para proceder a quemar el Welcome de esparto de la puerta.
- ¿Quién es el cabrón que cocina ese pescado radioactivo que me deja las sábanas que tengo tendidas con una peste a revanío- antiguo-sedimentos que, cuando las recojo, parece que tengo en las manos un envoltorio de momia de muchísimo antes de Cristo?
- ¿Cuánto hay que poner por persona para que dejen eunuco al gato salido que se pasa el día y la noche miau parriba miau pabajo?
- ¿Dónde puedo pasar a recoger la puta canica de tamaño de un balón de reglamento que a mi vecina se le cae cada noche y que rueda, concretamente, desde su comedor hasta mi recibidor sin que ningún objeto la pare?¿Su casa hace pendiente o cómo va?

Una vez resueltas esas tres cuestiones, se procedería entonces a tratar el último punto del orden del día que es lo que, a parte de un piso en la finca, tenemos todos los asistentes en común: santas ganas de irnos pa'casa.

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