jueves, 10 de marzo de 2011

Horas bajas

    ¿Por que será que siempre me encuentro a gente que hace tiempo que no veo, precisamente cuando se dan las circunstancias más lamentables y tengo uno de esos días de fealdad extrema (es una vez al año, conste)? Yo creo que es como una ley universal de esas que se cumplen siempre, como la de la gravedad por ejemplo, que nunca tengo en cuenta y hace que salga de casa temerariamente sin pensar que va a ser ese día cuando la regla matemática se manifieste. Y a mala leche.
    El día que salgo de casa vestida estilo patchwork, con una cosa de cada madre como si hubiese elegido mi ropa el mandril daltónico y perturbado que todo el mundo tiene en su armario; o aquella vez que te da por bajar a coger un mueble de la basura, la única vez en tu vida que lo haces además, con un calor de la muerte, sudando a mares, con el flequillo pegado a la frente y un lamparón guarreras en la camiseta; el día que vas cargada como un paria de Nueva Delhi con cuarenta y ocho bolsas tamaño funda de nórdico, bufanda, bolso, abrigo que pica y un golpe de calor de los que hacen sudar el bigote; el día que vas tan mal depilada que parece que lleves las piernas forradas de franela pero que, en un ataque de punkarrismo, decides lucir poniéndote un vestido bajo el lema ''Bah! Hoy paso de todo!''; o aquella semana que estuve con una conjuntivitis rara, que tenía los ojos de color rojo morrón deformados e hinchados como si durmiera con el Potro de Vallecas a mi lado; o el día que lo estás dando todo en la bici del gimnasio, con la cara congestionada a lo niño Volkswagen, a punto de reventar y haciendo una peste a animal herido que no se te acercan ni las moscas …
    Uno de ESOS días, y no otro, es cuando te encuentras con un ex que ya no te importa pero que te jode que pueda estar mejor que tú y que se crea que ''te has dejado mucho'' desde que rompisteis; o cuando te cruzas con alguien a quien detestas porque sabes que es el típico cabrón que se ríe de sus difuntos y que contará que te ha visto con esa pinta de homeless hasta en Al Yazira. Es uno de esos días, cuando te ves subiendo en el ascensor con el guapetón de la escalera, tu mueble de la basura tu bigote de charol y tus piernas con borreguito, porque de todo lo imaginable, no había un sitio más pequeño, más incómodo y con menos posibilidades de huída rápida que ese, el ascensor; o es la semana de ''reparemos las cosas de la oficina'' y todos los técnicos que vienen a arreglar aparatos están buenos de pasarlo mal y te preguntan a tí, que vas sin rímmel ni nada porque los ojos te supuran sangre, donde está el cable de red de los huevos; o se ponen a pedalear contigo en las bicis del gimnasio, a un lado, esa compañera de curro guayona y boba que no suda ni que se bañe en magma volcánico la jodía y, al otro, el adonis del gimnasio, todo guapo pulido y conjuntado... Claro que sí, que quede claro, en ese bocadillo de mierda, quien hace de pan y quién de relleno.
    Cabrones... no me pillaréis cuando salgo de mi casa vestida para ir a una boda, no. O el día que sales de la peluquería y te han dejado bonica (excepcional, pero plausible), y caminas por la calle panteneando como si no tuvieses bisagras en las cervicales. O el día que sales de casa post-polvazo, con la piel terrrsa y ese cansancio agradecido de sonreirle hasta a las palomas. No, ese día justamente, no hay nadie en la calle. Ni un conocido, ni un amigo de un colega, ni el del kiosko, ni un usuario del mismo videoclub que tú. ¡Nadie! Y te preguntas:  ¿era hoy el Independence Day en que se anunciaba un ataque mutante a la humanidad, y están todas las personas que podría encontrarme, refugiadas en un estadio de fútbol? ¿Era hoy, no?
    Verás como si me baña a mierda una gaviota, aparecen todos.

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