lunes, 21 de marzo de 2011

Si te pico no me acuerdo

(mooooooooooooooccckk)
- ¿Siiii?
- ¡Yo!
- !Te abro!
diálogos mendrugueros como este son los que, imagino, dieron origen a avances tecnológicos tipo programa de reconocimiento de voz y cosas por el estilo. Porque vamos, si no, no me explico de qué otra manera pudo haberse inspirado el inventor.

¿Cómo es posible que desde el nacimiento del interfono, no se haya cambiado nunca esta fórmula de apertura de portales? ¿Se puede decir algo más insensato y con menos funcionalidad? ¿Hay alguna respuesta más imbécil que ''yo'', a la pregunta, rara a la par que poco eficaz, compuesta por un simple ''sí''? Es de ser bobacos... Pero, si lo pienso, es muy difícil encontrarle otra variante a la cuestión del picar porque, de tan integrado que lo tenemos, cualquier otra solución es más ridícula, si cabe, que la anterior.
Para empezar, preguntar con un ''¿sí?'' es tan útil como decir ''¿agapornio?'' o ''¿cachalote?''. Y me paro a pensar: ¿por qué se usa el ''sí'' en tono pregunta siempre que tenemos un teléfono en la mano? ¿Va con el aparato? ¿Es uno de esos fenómenos Pavlov estímulo-respuesta que hace que, a la que un ser humano agarra un auricular sonante, conteste preguntando automáticamente con un ''si''? ¿Si, qué? A ver, si lo que se quiere es información, existen fórmulas mucho mejores y que igual dan mejor resultado. Así a bote pronto....se podría preguntar, por ejemplo ''¿Quién es?''. Es directa, sencilla, fácil de recordar y va de un tírón al asunto que nos ocupa: obligar al otro a identificarse y saber quién carajo pica al interfono.
Al interfono no se llama, se pica. Porque nos molesta. ¿Es necesario que todos los timbres de interfonos suenen tan mal? ¿No hay otra manera de llamar nuestra atención que dando rabia con ese ruido de mierda que, además, tiene la habilidad de pegarte unos sustos del copón? (nota mental: escribir queja a Telefonillos de España). Lo curioso es que cuando pica alguien a quien no se espera, se da siempre la misma secuencia: 1- susto; 2- pregunta al aire: ''oix, ¿quien coño es?''; 3- (auricular en mano)''¿sí?''. ¿Por que cuando uno agarra el auricular no se le ocurre usar la frase que acaba de formular en punto 2? ¡Si ya lo teníamos! No lo entiendo.
En cualquier caso, lo que me mata a mi es la necedad del contestante al interfono:''¡Yo!''. Boh gracias, chaval. Con todo el ruido que hay en calle de personas tráfico y ambulancias, ¿no has encontrado palabra más corta que pudieras usar para identificarte? ¿Te has propuesto acaso poner a prueba mi capacidad para reconocer sonidos casi imperceptibles al oído humano? Podrías probar con un silbato para perros, a ver si también lo oigo. O ya puestos, podrías decir ''ñu'' o ''je'' porque, al fin y al cabo, duran lo mismo y me dan la misma información que ''yo'': ninguna, chato.
Mi teoría es que decimos ''yo'' porque nos suena rarísimo decir nuestro propio nombre a una placa metálica, en la calle, solos, y medio gritando. Y nos suena más raro aún cuando la persona a quien picas es de confianza. Tú dices ''soy Eugenio'' cuando no te conocen, cuando llamas al timbre de alguien con quien aún tienes poco trato. Pero decirle a tu madre o tus colegas, vía telefonillo, ''soy Eugenio'' es raro, como impersonal. El ''yo'' nos reafirma, nos da una posición de confianza en el grupo y, seguramente, es la razón por la que decimos todos lo mismo.
Decimos lo mismo y hacemos lo mismo. Porque si hay un gesto común en todos los portales del mundo es el de hablarle al interfono como si hablases con Dios: amorrado a las rayitas del altavoz y mirando hacia ninguna parte. ¿Tan desagradable es mirar las teclas de cerca? Si no eres de este tipo, eres entonces de los que mira abajo, a tus pies, como avergonzándote de estar picando. Es imposible picar a un interfono y que tu columna y tu nuca sigan alineadas.
Y también es imposible no tener ansias por entrar. Picar a un portal es una situación que nos da como corte y que preferimos no alargar mucho, porque estás solo, expuesto a la vista de todos con tu posición rara y vas loco por entrar en zona segura. De ahí que cuando te dicen ''!te abro''! (gran anuncio también,) y oyes el casi imperceptible sonido ''riiiiiiiiiitttttt'' del mecanismo , tu vas y empujas vikingamente, como para derribarla. ¿Por qué? Porque todo el mundo vive ese momento con ansiedad y tu cebrero te dice ''¡cooorreee y dale fuerteeeeeee!'' porque, como no abras, tendrás que hacer algo muy cabreante: volver a picar. Iiisssssh, como jode. A mi, particularmente, me cabrea mucho que no me de tiempo a entrar y me sulfura esa manía que tienen algunos de darle al botoncito de abrir sólo tres nanosegundos. ¿Acaso tu botón está en llamas y es por eso que no puedes tocarlo más de un segundo, cabronazo? ¡Aprietaaaaaaa hombre!
Una vez a salvo en el portal, nadie se libra tampoco de la siguiente pantalla: la mirilla. Qué inventazo y cuánto juego da. Ante la mirilla, según mi estudio, hay dos posturas universales con sus actitudes correspondientes: a- vista al frente, inmóvil, brazos cayendo a ambos lados del cuerpo, barbilla ligeramente levantada y globos oculares moviéndose alternativamente del lado superior derecho, al lado superior izquierdo, como repasando con la vista el marco de la puerta y b- cabeza mirando al suelo, mostrando la coronilla al público, cuerpo un poco inclinado hacia adelante ligeramente en diagonal y sostenido por un brazo que se apoya en el marco de la puerta, a modo cuña.
En la vida me he encontrado con una escena distinta, y puedo asegurar que llevo años contemplando desde el agujerito de la puerta esta tradición postural universal.
La mirilla es una gran invento, no solo para usarla por precaución sino también por diversión. El hecho de saber que te pueden mirar sin que te des cuenta, y encima con forma de ojo de pez , es inquietante (¿es necesario que veas a la gente como si se mirasen en el reverso de una cuchara? Plataforma pro mirillas que no nos deformen).
Mi puerta está al lado del ascensor, con lo cual tengo un tiro de cámara cojonudo para mirar lo que hace la gente mientras espera. Y, curiosamente, eligen mayoritariamente la primera posición, la militar barbilla arriba. Algunos optan por examinarme la puerta, como analizando el tipo de madera que he elegido o la calidad del tirador dorado y redondo que le ponen los fabricantes de puertas. Pero este grupo es minoría, son los que rompen estadísticas. Como todo en la vida, siempre tiene que haber pioneros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario